domingo, junio 15, 2008

Mi hermana

Le dije que debían de estar ahí, en el baño. Señalé la puerta cerrada y ella se volvió para decirme que estaba nublado, tan nublado que lo mejor sería olvidarlo. “Hasta podría llover” dijo mirando el cielo en la ventana. Luego pensó en la niebla, en el sol, en la niebla, un vaso de leche y el sol dentro. “Cámbiate el vestido, entonces” sugerí. Ella negó con la cabeza. Las sandalias no estaban en el armario ni debajo de la cama ni debajo del escritorio. Estaba cantando algo en inglés para memorizar los números, los meses, los días de la semana. A mí no me gustaba eso que cantaba pero ella parecía contenta. Hasta que llegaron los gatos a lamer el vidrio de la ventana. Les gritó que se fueran.
–¡Fuera!
Pensé que a mí me gustaban esas sandalias y también los gatos. Lisa estaba frente al espejo peinándose, pensaba en las sandalias y en la niebla.
–Voy a abrirles.
Ella dijo que no quería a los gatos adentro porque se le llenaban de pelo los monos de peluche y yo le dije que iba abrirles de cualquier manera y ella dijo “Mételos y te doy con la raqueta a ti y los gatos.” Entonces yo la busqué debajo de la cama y le di en la cabeza por andar amenezando con esas cosas y también por no dejar entrar al gato. Cayó sobre la cama y de su cabeza brotó un chorro de agua que fue inundando el cuarto. Lisa se reía a carcajadas y el agua iba subiendo y era tanto que llegaba hasta mis rodillas y yo no sabía nadar. Ella reía y reía y el agua era tanta que su risa se ahogó y su cuerpo quedó sumergido. Yo tuve que agarrarme al candil y me puse a llorar porque el agua no dejaba de subir. Entonces Lisa asomó su cabeza, me dijo “Hola” y estalló en carcajadas “Hola” le dije yo y también me reí. Luego volvió a sumergirse y vi sus pies descalzos impulsándola hacia el fondo. Salió de nuevo con su rana de peluche y me preguntó que qué había pasado con los gatos. Yo le dije que estaban todavía afuera. Entonces otra Lisa asomó la cabeza y me preguntó que qué había pasado con los gatos. Están todavía afuera. Luego otra Lisa salió y me preguntó que qué había pasado con los gatos. Y otra, y otra, todas con la rana de peluche y preguntándome qué había pasado con los gatos. Están afuera.
Están afuera.
Están afuera.
Están afuera.
Ellas se rieron y a mí me pareció que el cuarto debía estar ya lleno de agua y que estaba a punto de ahogarme, entonces cerré los ojos y comencé a pensar en el mar hasta sentir la arena bajo mis pies. Caminé hasta la orilla donde estaba Lisa con su traje de marinero y su rana de peluche. Creí que esta recogiendo conchas para su colección pero cuando le pregunté me dijo que había ido a cortarse el cabello y que ahora estaba recogiendo sus mechones. Yo le dije que eran algas y ella insistió en que eran sus mechones rubios y que los necesitaba para hacer una trenza larga y escapar por la ventana que da al techo de la cochera. “No vas a poder porque hay unos gatos lamiendo el vidrio y si abres la ventana van a entrar.” Lisa se quedó pensado y dejó caer las algas que había recogido y me dijo que nos fuéramos a la casa. Yo la tomé de la mano y caminamos y caminamos y caminamos y como ella había empezado a cantar eso que no me gusta yo le pregunté que a dónde iba a ir esa tarde. Ella me dijo que con su novio y yo le pregunté que si tenía novio y ella me dijo que sí y que no le dijera a nadie. Tocamos el timbre de la casa pero no abrieron y entonces usamos las macetas de las buganvillas para subir hasta el techo de la cochera y entrar por la ventana. “Yo soñé con estos vidrios –me dijo–. Soñé que te estrellabas contra uno y yo creí que te morías pero en realidad estabas haciendo una película; los vidrios eran de azúcar y tú estabas bien.” Comenzamos a lamerlos mientras nos veíamos discutir dentro del cuarto y darnos con la raqueta. Hay que apurarle que se va inundar el cuarto, dije pero el agua rompió el vidrio y el torrente nos arrastró por el techo. Quedamos boca arriba sobre las tejas azules y brillantes. Lisa me dijo: “¿Ya viste el sol? Hay tanta neblina que parece que está sumergido en un vaso de leche.” Yo no le hice caso porque eso ya lo había oído y también porque estaba pensando que el techo era mucho más chico de lo que yo recordaba. Caminé hasta llegar a una pared, luego otra pared y luego otra. Me di cuenta de que estábamos en el baño y cuando le dije a Lisa ella dijo “Entonces seguro que lo del sol me lo imaginé.” Yo me asomé debajo del lavabo porque sabía ahí estaban sus sandalias y le dije “Mira, ahí están.” “¡Ahhhh!” se alegró. Lisa se calzó, se sacudió el vestido y abrió la puerta para salir del baño. La habitación estaba seca y Lisa dijo que era porque los gatos se habían comido el vidrio. Yo le dije que tenía razón, bajamos las escaleras, ella salió de la casa y yo puse llave. Luego volví al cuarto y abrí la ventana para verla caminar de la mano de su novio, con su peluche y sus sandalias, bajo el sol entorpecido por la niebla.