domingo, noviembre 29, 2009

Desde la orilla

Me escondí entre las mantas para evitar la luz,
había ochenta peces dorados mirándome.
–¿A dónde vas –preguntaron–, si ya es de día.
Y salté las olas como un péndulo en el agua salada.
Y en la orilla me encontré con Ethel.
–¿A dónde vas?
Sus ojos eran dos atarrallas de hilos dorados.
Y me puse a hilar mientras te esperaba, repitiendo mi nombre
“Julia Julia Julia”
(Con los ojos cerrados)
“Julia Julia Julia”
Desperté en una sabana fría y busqué en el cajón la hilaza,
pero el cajón estaba lleno de peces dorados.
–¡Ahhhhhhh..!
El asombro estúpido de los peces dorados.
–¡Ahhhhhhh..!
Y los besé a cada uno y se convirtieron en piedra.
Y cuando estuve a salvo me senté a tejer una red dorada
Esperándote.
___(pero no apareciste)
Alguien tocó la puerta, era Ethel.
–Ayúdame –dijo mirándome desde sus cuencas vacías.
–¡Vete! –grité e intenté dispararle con una pistola,
pero la pistola era de juguete y la canica rodó hasta sus pies.
–Gracias –dijo
Y se llevó la canica entre las manos.
Y lloré toda la noche.
Y desperté en una sábana fría.
(Había que buscar la hilaza, darle leche al gato.)
Y salí al patio y un hombre me saludó “hola”.
Luego otro hombre me saludó “hola”.
Eran cuatro hombres tapando la fosa donde estaba un pez, un enorme pez dorado.
Y supe que eras tú y te saludé “hola”,
–Soy Julia –te dije.
“Julia, Julia, Julia”
Y los cuatro hombres se rieron.
Y entré a la casa para buscar la pistola,
pero recordé que era de juguete y que no servía.
Entonces miré por la ventana y los cuatro hombres ya no estaban.
Solo esta mi gato bailando sobre la tumba,
con una máscara de diablo.
Bailando, bailando.
Y sentí que estaba en un lugar seguro.
Y me senté a terminar la red dorada
Esperándote.
___
(pero no apareciste)

jueves, octubre 08, 2009

Dos horas, dos árboles, dos mares
(por decir algo)
Los andenes recorridos, las frases
_____–No queda casi nada
Las conversaciones son bosquejos, pronunciando sin mirarnos a los ojos:
o cantar. Aprender a tararear algo, indefinidamente. Amortiguar el espacio infranqueable de una mesa en el café.
_____–¿Tú crees que sí?
de alguna manera
(Sí… no sé… sí…)
_____–¡Di mi nombre!
_____–¿Qué?
_____–¡Di mi nombre!
Aprender a dormir quieto, como balbuceando un sueño, tranquilo.

jueves, marzo 05, 2009

un nudo corredizo / un gato, un gato, necesito proteger al gato / el zumbido lento de las cosas, algo dentro de la casa / las manecillas /me agrede, algo dentro / necesito proteger al gato / ambién cerrar la puerta / sí, por ejemplo cerrar la puerta / mejor descalzarme, salir al patio, llorar / las manecillas, / hacer algo con / dónde esta el gato, necesito / defenderme, el silencio / tocar algo vivo

domingo, febrero 01, 2009

Cuando los objetos emanan su condición de objeto y no estás

El techo, la pared, la ventana, el techo, una respiración ajena a mí misma, el equilibrio de la noche debilitada como una ola que regresa, los ojos abiertos ante la noche descorrida, amplia como una ventana. Volverían los objetos, junto con la noche, desenvolviéndose fuera de sí mismos, llenos de ruido y espuma, precisándose cada vez más: el techo, la pared, la ventana, y luego, la luz amarilla que resume mis manos en el recuerdo próximo a un olor, el borde de la cobija azul, la pared, el techo, mi boca abierta en un gesto de pez todavía vivo, atónito: alguien, en algún lado, estaría diciendo mi nombre que caerá en la calle la gravedad de una pesadilla inacabada. Mi cuerpo suspendido entre su búsqueda y el tiempo, dos fuerzas en sentido contrario que anulan cualquier movimiento, el momento en que el columpio se detiene en el aire, la noche con los objetos emergiendo, la cadencia de la nada intermitente, el movimiento de los labios en su balbuceo sin sonido, la almohada, la mesa de noche, el techo, la pared, la ventana y el silencio interrogante que no termina de formular.