lunes, julio 03, 2006

Domingo, 25 de Junio de 2006

Ayer fue el ultimo día que comí carne. Hoy fui a Ottawa. Han pasado cosas. Por ejemplo, tengo un amigo norteamericano que estudia literatura. Ayer, cuando decidí dejar de comer carne, cuando decidí que solamente iba a contemplarlo como amigo. Hoy viajé y me perdí. Mañana preguntará cómo estuvo el viaje y le diré que genial. Pasado mañana me compraré unos zapatos. Ah, todo tan grandeburgués.

Algunos de los días pasados –hace rato, es posible– miré el rio de Ottawa y pensé en un marinero que, sin saber nada de navegación, se lanza en el mar y se pierde en el tiempo. Ahora que lo escribo, me doy cuenta de que no es una historia trascendente (como ninguna de mis historias hasta ahora escritas lo es. Si una sola llegase a ese punto, me atreveré a mirar a los ojos a Julio Cortazar cuando me lo encuentre en una reencarnación de tiburón martillo jejeje) Tú, Cortázar, sabes cosas del tiempo, ¿no? :
“Es como un bicho que anda y anda” En la carta a Rocamadour.
Leí un poema en el new yorker, borrowed from Rob, de algún árabe melancólico y dice:
“Those of you who are descending
from the mountains of the past
how can you climb them again,
and why?”


Después de leerlo, se me trepó la infancia como si fuera una enfermedad, o un bicho y por primera vez en mi vida –ni siquiera cuando vine a Canadá cuando tenía 15 años, ni siquiera cuando cambié de cuidad para estudiar literatura– lloré mucho por todo el tiempo que he estado fuera de casa. El tiempo. Es la única explicación que puedo encontrar. ¿Cómo no haber llorado la semana de inducción dónde no había nadie, nadie, nadie conmigo? Semana llena de juegos cuyo objetivo es desarrollar mediante la convivencia, las habilidades necesarias para el ejercio adecuado y responsable de la sexualidad. Que asco. Los que después serían mis dos mejores amigos sólo había una niña hostil como lagarto y un niño nervioso como ratón. Pero el tiempo, Mariel, el tiempo. Todo se diluyó y del agua brotó una burbuja, realidad ingrávida que sólo nosotros comprendíamos. Ahí, no había tiempo, como en la música de Johnny.

Ahora hago el recuento porque la realidad volvió al agua y yo me quedé sola. Tal vez por eso lloré la noche pasada cuando subía a la terraza y ví los fuegos artificiales y tuve que morder una almohada para que zacky o nadia o sarah no vinieran a preguntar
Qu’est-ce qu'il se passe?
Y no hubiera estado nada mal que vinieran.

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