domingo, abril 29, 2007

Lo que pasó con Celestino cuando encontró a un viejo que no era ni su abuelo ni enero.

“Y olvidándome estoy cuando veo a un bulto que se acerca por el camino y empiezo a temblar, pues imagino que es el abuelo con el hacha a cuestas. Pero no: es un viejito muy viejito el que se va acercando.” (118 en tusquets) Yo apenas lo veía montado en la mata de ceiba. Un día le dije a Celestino “Hay un viejo que viene para acá pero anda tan lento que tardará años” Y a la mañana siguiente volví al camino para ver si lo encontraba y el viejo seguía caminando, pero sin hacha. Entonces corrí con Celestino y le dije “Ya no hay peligro, al viejo se le ha caído el hacha.” Otra mañana que miré el camino, ví que se le habían caído los zapatos. Luego los ojos.

El viejo tardó un año en llegar donde estaba el pozo y para entonces ya no tenía manos. Ese día la mata se rompió y me di cuenta de que ya no me hacía falta treparla porque lo mismo alcanzaba a ver de pie que montado en la mata. Al viejo se le habían caído las manos pero seguía. Se le cayeron los pies y seguía. Pronto se quedó sin cuerpo y aunque seguía caminando, yo me olvidé de él hasta que tocaron la puerta y lo escuché decir: “Soy el viejo que has estado observando, vine a hablar con Celestino” Cerré la puerta y grité “Celestino, Celestino” pero Celestino dormía y yo no podía despertarlo. Cuando regresé a la puerta, ví al viejo que se alejaba y que a su lado iba Celestino que arrastraba la mata de ceiba que yo había quebrado. Grité “Celestino, regresa” pero siguió caminando sin volverse. Yo corrí al cuarto para despertar a Celestino y decirle que se había ido con el viejo y Celestino sin abrir los ojos ni la boca me dijo “déjame, déjame, déjame” y me fui a contemplar el camino por si acaso se le ocurría dar la vuelta y regresaba.

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