domingo, mayo 28, 2006

Puestas en escena

En el escenario sólo había una silla. Luces de noche. Frases encabalgadas de un personaje, de otro, de otro. Toda la escena está lógicamente fragmentada. Entonces llega el estruendo de un gran salto y no puedo verle la cara al hombre que lo dió. Los zapatos que estrellaste contra el piso, las caderas que clavaste en el tiempo, los ojos con los que te tragaste la luz. Nunca tu cara. El ruido vino cargado de realidad. Todos los personajes se habían ido. La lógica se rompe como un vaso.

Ese se parecía a Rodo.

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“¿te acuerdas de mi?
Silencio. La función ha terminado. Las criadas se quitan los refajos, los galanes nostálgicos frente al espejo. La gente anda, las luces están prendidas. Gaby, la prima de Javier Cardín, mi ex, vuelve a los camerinos. Yo quiero irme, pero algo en la forma de sus ojos me retiene.
“¿En serio no te acuerdas de mi?
Sonrío. Más silencio. Quiero que esta función termine. Tal vez me confunde. Hay que ir por las flores, hay que devolver las camisas prestadas. Mucho que hacer detrás de telón. Pero ahora estamos con este hombre y no sabemos quién es. Tal vez si se pone una camisa y va por unas flores y abre el telón, me dejaría ciega. Entonces la función sería excelente.
“Soy Javier.
Ahí va la lógica otra vez a quebrarse con su nombre al descubierto. El corazón como sapo hinchado. El corazón como sapo muerto. Son los mismos ojos pero más claros. Es el mismo cabello pero más lacio. El mismo nombre pero con otro contexto. Otro contexto que hace otro nombre: fuimos en la primaria juntos.
“Eres Lamélas ¿verdad?
Casi siento vergüenza de haber sido tan niña que se le acelera la sangre frente a la suposición amarga. Cardín nunca fue conmigo en la primaria. Cardín nunca vivió en mi misma cuidad. Cardín nunca, nunca.

Se parecía a Javier.

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El camino de regreso. Él aún traia el vestuario de El Galán de Ultramar: saco negro. Era de noche y hacía calor. No hace falta decir todo lo que dijimos porque no es importante. Sólo importa que tenía la piel muy blanca, ojos miel, cabello castaño y vestido de negro. No era él. Era un referente.

Increíblemente, mencionó algo de literatura Rusa. Como Beto. Y cuando le dije Tolstoi o Dostoievski, dijo que eran demasiado clásicos para leerse Y sin querer –¡juro que sin querer!– le pregunté si le gustaba el jazz. Como a Beto. Y él dijo “rock jazz” Por eso no es importante lo que dijimos. Porque me rompen la imagen. Y Beto ahora está muchos kilómetros lejos de Tampico y muchos kilómetros lejos de moverme el corazón como sapo hinchado.
Me quedo con los colores. Con la actitud de galán.

Se parecía a Beto.

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Rodo. Javier. Beto. Tres seres inexistentes. Tres personajes. Tres obras perfectamente escritas, nunca puestas en escena.
¡Qué triste! –creo.

1 comentario:

Ictericia dijo...

Zaz! Es lo malo del teatro, pero está bien, ogete cuando crees que estás poniendo algo en escena y el puesto en cuestión cree que eres un ensayo para SU PROPIA puesta en escena... no lo sé de cierto, lo supongo.

Contéstame mis mails amigui, no puedo vivir sin ti